Artículo de Investigación
Vol 3 nº 2
Arte y moral en Iris Murdoch: el buen arte como vehículo para el progreso moral
Art and Moral in Iris Murdoch: Good Art as a Vehicle for Moral Progress
Rafael Antonio Gutiérrez Martínez1
Recibido: 06/07/2021 Aprobado: 12/08/2021
Gutiérrez Martínez, R. A. (2020). Arte y moral en Iris Murdoch: el buen arte como vehículo para el progreso moral. Humanitas Hodie. 3(2). H32a5. https://doi.org/10.28970/hh.2020.2.a5
Resumen
Una de las tesis más importantes de la filosofía moral de Iris Murdoch es
aquella de acuerdo con la
cual el buen arte ayuda a los seres humanos a ser moralmente mejores. Pese a su importancia, en los
textos de Murdoch no siempre queda claro cuáles son las razones que la llevan a sostener esta idea. En
este artículo, me propongo rastrear estas razones a partir de una lectura atenta de algunos de sus
textos
y reconstruir los argumentos que posiblemente tenía en mente la autora. En concreto, propongo que,
en la opinión de Murdoch, el buen arte contribuye al progreso moral por dos razones. Primero, porque
constituye un entrenamiento para llevar a cabo la tarea de superar la fantasía con miras a ver la
realidad.
Segundo, porque el arte nos revela la complejidad del mundo. Y superar la fantasía y ver el mundo en su
complejidad son cosas esenciales para ser moralmente buenos.
Palabras clave: Iris Murdoch, progreso moral, buen arte.
Abstract
One of the most important thesis of Iris Murdoch’s moral philosophy is that
according to which good art
helps humans to be morally better. Despite its importance, the reasons behind this idea are not always
clear in Murdoch’s texts. In this paper, I intend to trace these reasons based on a careful reading of
some
of her texts and to reconstruct the possible arguments of the author. In particular, I propose that, in
Murdoch’s view, good art contributes to moral progress for two reasons. First, because it is a training
to
carry out the task of overcoming fantasy to see reality. Second, because art reveals the complexity of
the
world, and overcoming fantasy and seeing the world in its complexity are essential to be morally good.
Keywords: Iris Murdoch, moral progress, good art.
Introducción
Iris Murdoch (1919-1999) fue una filósofa y novelista irlandesa. Se formó en el
Somerville College, Oxford y Cambridge y, durante su formación, tuvo contacto
con filósofos como Wittgenstein y Sartre, por quienes fue influenciada. Durante sus
primeros años de actividad académica fue profesora de filosofía, pero a finales de la
década de 1960 renunció a la docencia. Desde entonces, se dedicó a la escritura filosófica y
literaria. Tanto sus novelas como ensayos filosóficos exploran, entre otros,
temas relacionados con la filosofía moral, como la libertad, lo bueno y el amor. En
este artículo, me concentro en algunas de sus ideas en esta área, en particular, en
sus reflexiones acerca del progreso moral.
En diferentes partes de su obra2
, Murdoch sostiene la tesis de acuerdo con la cual
el buen arte, paradigmáticamente desarrollado en la pintura y la literatura, ayuda a los
seres humanos a ser moralmente mejores. En estos acápites, no obstante, Murdoch no
presenta de manera detallada y ordenada las razones que la llevan a sostener esta tesis;
no encontramos en sus textos un argumento sistemática y cuidadosamente elaborado
que sustente su afirmación. Lo que sí encontramos son, más bien, ciertas sugerencias,
algunas veces poco desarrolladas, que ayudan a entender las motivaciones de su convicción. En este
texto, sostengo que, si se leen con cuidado y en conjunto algunas de estas
sugerencias, es posible identificar cuál era el argumento que Murdoch probablemente
tenía en mente al enunciar dicha tesis; asimismo, asumo el propósito de reconstruirlo.
Para lograr esto, parto de la pregunta acerca de qué es aquello que, en la opinión de
Murdoch, tiene el arte que nos ayuda a ser mejores personas. Esta pregunta me lleva a
plantearme dos interrogantes más. El primero es cuáles son las características de la noción de arte
que está en juego. El segundo, qué debe entenderse por mejora o progreso
moral; esto es, cuándo podemos decir que un ser humano se hace mejor moralmente.
Este trabajo está dividido en tres secciones. La primera sección está dedicada
a la pregunta en qué consiste el progreso moral. En ella, presento algunas de las
tesis centrales de la propuesta moral de Murdoch. Me concentro, en particular, en
la imagen de la naturaleza humana de la que parten sus reflexiones y en la tarea del
agente moral que deriva de asumir esta imagen. En la segunda sección, me enfoco
en el interrogante acerca de las características del arte. En ella, expongo los cuatro
rasgos que, en mi lectura de los textos de Murdoch, encuentro esenciales y definitorios; estos son:
el arte (a) involucra un ejercicio de purificación espiritual, (b)
encarna y expresa conceptos, (c) supone, por parte del artista, una visión cuidadosa de la realidad
y (d) es informativo. Finalmente, en la última sección, con base en lo
planteado en las secciones precedentes, formulo dos argumentos a favor de la idea
de que el arte tiene un efecto positivo en la moral. Estos tienen que ver, primero,
con que el arte constituye un entrenamiento para la tarea de superar la fantasía
con miras a ver la realidad y, segundo, con que el arte nos revela la complejidad del
mundo. Concluyo con algunas consideraciones finales.
Antes de continuar, es pertinente hacer dos precisiones. En primer lugar, de
acuerdo con Murdoch, existe una distinción entre dos tipos de arte: el buen arte y
el mal arte. En este texto, cada vez que use la palabra ‘arte’ me estaré refiriendo al
buen arte. Pero, puesto que la distinción es relevante, vale la pena revisarla brevemente. El mal
arte es aquel que está construido a partir de las tendencias egoístas
del artista y conduce a quienes se relacionan con él a un consuelo fantasioso. El
buen arte, en cambio, es el resultado de la supresión del yo por parte del artista y
conduce a su consumidor3
a una comprensión justa y compleja de la realidad tal
cual es, sin adornos ni fantasías. Para Murdoch, ejemplos de buen arte los encontramos en las obras
de Tolstoi, Dostoievski, Shakespeare y en las pinturas de Velázquez o Tiziano. Ejemplos de mal arte,
por otro lado, son evidentes en las creaciones
enfocadas en la emoción y en imágenes fáciles como la pornografía (1999a, p. 472).
En segundo lugar, mis consideraciones a lo largo de este texto se centrarán,
sobre todo, en el efecto positivo que tiene el arte para el consumidor. No profundizaré en los
efectos positivos del buen arte para el artista, si bien estos aparecerán
ocasionalmente. Restrinjo de esta manera la discusión por dos motivos: uno metodológico y otro
conceptual. Por un lado, la restricción me permite delimitar el tema
y concentrarme en un aspecto específico de las consideraciones de Murdoch. Por
otro lado, en este trabajo, me interesa asumir una perspectiva más social, es decir,
estudiar los efectos del arte en todos los agentes morales y no sólo en un subgrupo
de estos, a saber, los artistas. Sobre esto volveré en la conclusión.
La filosofía moral de Murdoch: ¿cuándo somos moralmente mejores?
Las reflexiones morales de Murdoch tienen como punto de partida una visión particular de la
naturaleza del ser humano: de acuerdo con Murdoch, la mente humana
es, por naturaleza, fantasiosa y egoísta. Esta es una imagen que, según ella, en la tradición
filosófica ha sido expresada desde Platón y que la psicología moderna,
en particular Freud, ha discernido y retratado de manera detallada (2001, p. 57).
Este último, señala la autora, “ve la psique como un sistema egocéntrico de energía
cuasi-mecánica, en gran parte determinada por su propia historia individual, cuyas
afecciones naturales son sexuales, ambiguas, y difíciles de entender o controlar por
el sujeto” (p. 57).
Que la mente humana sea egoísta y fantasiosa significa que está centrada completamente sobre sí
misma y sus obsesiones, y que se halla gobernada por un mecanismo de generación de imágenes
falsas y banales (2013, p. 31). Como consecuencia de este estado, la mente no es capaz de ver la
realidad que está afuera de
sí —la complejidad del mundo— (2001, p. 64), ni de hacer presente para sí misma
la existencia y el ser de otra gente (2013, p. 31). Cuando está sujeta por el egoísmo
y la fantasía, la mente humana falla al intentar ver el mundo real (1999c, p. 14),
sus detalles, sus particularidades y a las otras personas que están en este. Es como
si ella creara un pequeño mundo personal en el cual permanece encerrada y cuyos
contenidos no están determinados más que por su propia historia individual, su
propia subjetividad y sus propios intereses.
Ahora bien, Murdoch cree que esta imagen de la naturaleza humana tiene importantes consecuencias
para la filosofía moral. Esto se debe a que de esta deriva
que en la vida moral “el enemigo es el gordo y despiadado ego” (2001, p. 58); el
principal opositor de la excelencia en la moralidad es la fantasía personal (p. 64).
Según Murdoch, el hombre bueno “debe conocer ciertas cosas acerca de su entorno, sobre todo la
existencia de otra gente y sus demandas” (p. 64); la existencia de
sus necesidades, de sus deseos y de sus angustias. Por esto, la tarea de la filosofía
moral consiste en sugerir métodos y técnicas que permitan purificar y reorientar la
energía naturalmente fantasiosa, de manera que los seres humanos seamos capaces
de ver la amplitud de la realidad que nuestro propio egoísmo no nos permite contemplar. La
filosofía moral debe ayudarnos a salir de nosotros mismos para lograr
tener una visión más justa del mundo.
De acuerdo con Murdoch, ser moralmente bueno no consiste meramente en
hacer buenas acciones o en tomar buenas decisiones, con lo cual ella se opone,
según insiste, a las visiones morales del existencialismo y de la filosofía del lenguaje
ordinario. La moral involucra, más bien, una manera de ver y de responder a la
complejidad del mundo real. La vida moral es un continuo proceso de aprendizaje,
de amplitud y de clarificación de nuestra visión del mundo, tal cual este es (2012,
p. 318). El corazón de la tarea moral consiste, por tanto, en romper con el velo
del egoísmo para ver la realidad (p. 319). Cuando somos capaces de responder de
manera más justa a esta, es decir, de percibirla adecuadamente, y cuando superamos nuestra
tendencia egoísta, somos mejores moralmente. La tarea de lograr ver la realidad, no obstante, es
una tarea compleja, que requiere disciplina, lucha y
esfuerzo por parte del agente. En consecuencia, si el arte nos ayuda a ser mejores,
será porque nos da herramientas para llevar a cabo esta compleja tarea.
Los cuatro rasgos del arte
En esta sección presentaré los rasgos centrales del arte, según la visión de Murdoch.
En mi opinión, es posible distinguir al menos cuatro características centrales en su
descripción. Estas se relacionan mutuamente y, de hecho, en los textos de Murdoch
pueden encontrarse como parte de una misma caracterización. No obstante, tratar
de diferenciarlas es útil de cara al propósito de entender qué hay de particular en el
arte y en el artista, al punto de causar efectos positivos en la vida moral. En primer
lugar, el arte es una actividad que exige tanto en el productor como en el consumidor la capacidad
de llevar a cabo un tránsito de la fantasía natural a la clara visión
de la realidad. En segundo lugar, el arte es una actividad cognitiva, que produce
proposiciones (statements) y opera con conceptos. En tercer lugar, el artista tiene
como centro de mirada al mundo, a la realidad y a sus particularidades. Finalmente,
en cuarto lugar, el arte es, esencialmente, informativo y comunicativo. En lo que
sigue, presentaré con más profundidad estas características.
El arte es un ejercicio espiritual de lucha contra el egoísmo
En “Sobre Dios y el Bien”, Murdoch sostiene que en el ámbito del arte (así como
en el ámbito de la moral) el enemigo principal son las fantasías y las obsesiones
personales. Por esto, el buen artista y el buen consumidor de arte tienen la tarea de
suprimir su ser (esto es, de dejar de afirmar su yo), con el fin de atender a la existencia de algo
más (2001, p. 65). En este sentido, el arte constituye un caso de la moral
(p. 64) y presenta uno de los ejemplos más comprensibles del esfuerzo para resistir
el consuelo de la fantasía y lograr una visión de la realidad (p. 69). El artista silencia
y expulsa el yo, y es capaz de contemplar y delinear la naturaleza, la realidad, los detalles y las
particularidades del mundo con ojos limpios (p. 69). Así, la experiencia
del arte es una experiencia de lucha contra el egoísmo, que da lugar a un tránsito
del alma de la fantasía a la clara visión del mundo que nos rodea. Esto aplica tanto
para el consumidor como para el productor de la obra de arte: “El consumidor de
arte tiene una tarea análoga a la de su productor: ser lo suficientemente disciplinado como para ver
en la obra tanta realidad como el artista ha logrado introducir en
ella, y no para ‘usarla como magia’” (p. 70).
Debido a esto, sostiene Murdoch, la apreciación del arte constituye un ejercicio
espiritual por sí mismo; esto es, constituye un ejercicio de purificación de nuestra energía
psíquica a través de la redirección de nuestra atención (2012, p. 322). Lo
anterior muestra, por lo tanto, que en la apreciación artística llevamos a cabo la misma actividad
de purificación de la energía fantasiosa que requerimos en la moral.
El arte como una actividad cognitiva
En su ensayo “The Sublime and the Good”, Murdoch se propone ofrecer un boceto
de lo que, según ella, es una definición apropiada del arte. Para hacerlo, parte por
considerar y criticar la propuesta estética de Kant, al señalar aquellas ideas que,
según ella, deben ser modificadas. En las tesis que a ella le interesa corregir está
la idea de Kant de acuerdo con la cual las buenas manifestaciones de arte no tienen nada que ver con
“una clasificación conceptual o con proposiciones” (p. 209);
asimismo, que la obra de arte no está gobernada por ningún concepto, que no sea
el de belleza, que no es un concepto determinante, sino reflexionante: “El caso
paradigmático de apreciación estética para Kant es algo así como mirar una flor, o
mejor aún, un patrón abstracto de líneas, en el cual la forma puede jugar alegremente para producir
un cuasi-objeto sin interferencia de ningún concepto” (p. 209,
cursivas mías). Según Murdoch, una visión correcta del arte aceptaría, en él, el uso
de conceptos. Para ella, algo esencial en el arte es que encarna y expresa conceptos
(p. 210). El arte es, así, una actividad cognitiva, que además supone conceptos (y,
podríamos pensar, gracias a ellos) y actividades como la exploración, la clasificación,
la discriminación y una visión organizada (1999c, p. 11).
Junto a la idea de que el arte expresa conceptos, está la idea de que el arte produce proposiciones.
En “Salvation by Words”, Murdoch, al desarrollar un diagnóstico de los motivos del cambio en el
arte, alerta acerca de la existencia de una crisis
de confianza en la idea del arte como productor de proposiciones completas. Esto
se ve, en su opinión, con particular claridad en la desconfianza que experimentan
los artistas contemporáneos hacia el arte europeo —el gran arte europeo— que
profesaba proveer verdades universales, ofreciendo grandes, complicadas y completas proposiciones
sobre el mundo (p. 236). Ahora bien, pese a que este fuera el
espíritu general de su época, Murdoch afirma creer en la importancia de la obra de
arte como un intento de unidad formal y proposición completa. “No hay sustituto
para la disciplina de este tipo que intente decir la verdad sucinta y cariñosamente”
(p. 240). Aunque la idea de producción de proposiciones verdaderas y de expresión
de la verdad puede estar más relacionada con la última de las características del
arte que revisaré, en este punto es útil llamar la atención sobre esto porque permite
hacer énfasis en que el arte es una actividad cognitiva e intelectual. En la apreciación del arte se
consideran pensamientos, contenidos mentales de cierto tipo. Las
reflexiones de Murdoch sobre el arte responden a la necesidad de verlo como algo capaz de
comprometerse con un entendimiento intelectual del mundo (2013, p.
27), lo que supone, afirmo yo, la capacidad de contemplar y encarnar conceptos,
de formar proposiciones completas y de operar con contenidos del pensamiento.
El artista observa al mundo
En “The Sublime and the Good”, Murdoch sostiene que otro de los defectos de la
estética kantiana está en su temor a las particularidades de la condición humana
y a la historia, y en su nulo interés en los detalles de los asuntos humanos. Para la
autora, en virtud del ejercicio de redireccionamiento necesario para el disfrute del
producto artístico (descrito secciones atrás), el arte forzosamente tiene que ver con
la percepción de los individuos y de los particulares, con darse cuenta de que algo
más que uno mismo es real, con el descubrimiento justo y apropiado de la realidad
(p. 215) y con la observación atenta del mundo.
El artista, en la visión de Murdoch, se caracteriza por mantener la atención y
la mirada fija en las cosas de la realidad. El buen artista observa a otros seres humanos, ve qué
tan diferentes son las personas y entiende por qué son diferentes
(1999c, p. 29); nota los detalles de la contingencia de la realidad (1999d, p. 240);
repara en las particularidades de la naturaleza y los comportamientos humanos;
percibe, en suma, la basta colección de lo que es distinto de sí mismo y es capaz de
verlo sin anteponer su yo (1999c, p. 29). Esto quiere decir, en su opinión, que el artista observa
lo verdadero, gracias a lo cual, él desarrolla un sentido de realidad que
le permite comprender cómo son las cosas y por qué son de esta manera (p. 28).
Esta es la razón, según Murdoch, por la que el arte nos emociona, porque es
aprehensión de algo más, de algo particular, de algo existente fuera de nosotros
mismos. Y esta es también la razón por la que, en su opinión, la tragedia (esto es, la
obra literaria) es el arte más alto, pues está más intensamente preocupado por las
cosas particulares y por las cosas diferentes a nosotros (1999e, p. 215).
El artista comunica e informa acerca de aquello que ve
En su entrevista con Bryan Magee, así como en “Conceptions of Unity. Art”,
Murdoch sostiene que el arte es en esencia informativo y naturalmente comunicativo. Esto, si se
tiene en cuenta que el artista explora, ve y entiende el
mundo, implica que él, por medio de su trabajo, nos conecta con la realidad,
que se presentaba como lejana, al informarnos y comunicarnos cosas acerca de
esta. De acuerdo con Murdoch, el artista, una vez ha conocido la realidad y la
ha visto con sus ojos, no puede evitar contarla a los demás (1999c, p. 29). De su
comprensión se sigue la necesidad de comunicar; cuando los artistas son “conmovidos e iluminados en
grado sumo” por su percepción de la realidad, quieren
mostrar lo que es verdadero (2001, p. 70).
Lo anterior conlleva que el propósito del artista sea explicar y revelar el mundo
(1999b, p. 228) y que el arte sea un vehículo de la verdad (1999d, p. 235). Esto
significa, en último término, que el artista es un contador y revelador de verdades,
un productor de enunciados completos acerca de la realidad. Esto lo hace por medio de las historias,
de los personajes y de las escenas que crea. Dichos elementos
muestran la realidad de la incertidumbre y la contingencia de la vida humana y retratan la virtud y
el carácter de los seres humanos (p. 233). Gracias a su naturaleza
comunicativa, el arte presenta la cotidianidad de los hombres, nos dice cosas acerca
de cómo vive la otra gente (1999c, p. 29) y nos habla sobre el tipo de creaturas que
somos (1999d, p. 242):
Piénsese en lo que aprendemos al contemplar los personajes de Shakespeare o Tolstoi o las pinturas
de Velázquez o Tiziano. Lo que se
aprende aquí es algo acerca del carácter real de la naturaleza humana,
cuando se la visualiza, en la justa y compasiva visión del artista, con
una claridad que no es propia de la prisa autocentrada de la vida corriente. (2001, p. 70)
Es importante señalar que las proposiciones expresadas por el artista versan, en la
mayoría de las ocasiones, sobre realidades que no podrían ser expresadas de otra
manera. El artista formula ideas que de otra manera permanecerían vagas y centra
la atención en hechos que, después de vistos, no pueden ser ignorados (1999d, p.
242). Esto quiere decir, en últimas, que el arte nos permite ver cosas que de otras
maneras no veríamos.
¿Por qué el arte nos hace mejores?
>En las secciones precedentes, he mostrado, por un lado, en qué consiste el progreso
moral y, por otro, cuáles son las características del arte. En esta sección, mostraré
por qué, en virtud de esas características, el arte contribuye al progreso moral.
Eso me permitirá dar respuesta a la pregunta central de este texto y, consecuentemente, reconstruir
el
argumento de Murdoch a favor de la idea de que el arte (el
buen arte) nos hace mejores moralmente. En concreto, considero que es posible
encontrar, entre las reflexiones de Murdoch, dos razones a favor de esta tesis. La
primera retoma el primer rasgo del arte y sostiene que, puesto que la experiencia
de apreciación artística implica, al igual que en la moral, pasar por un proceso de
desapego (de supresión de la fantasía egoísta con el fin de ver la realidad de los otros de manera
justa), el disfrute del objeto de arte constituye un entrenamiento para la
tarea que debemos realizar en la vida moral. Esto es, al pasar por la experiencia de
apreciación de la obra de arte, ejercitamos, disciplinamos y afinamos el mecanismo
de purificación que interviene también en la experiencia moral. La segunda razón
retoma los otros tres rasgos; esta afirma que, debido a que el arte informa acerca del
mundo y de la realidad y trabaja con conceptos, le da a su consumidor contenidos,
visiones verdaderas y compresiones de la condición de los otros, que constituyen
aquello que el agente moral busca lograr cuando quiere progresar. A continuación,
desarrollaré estas ideas y formularé de manera esquemática los argumentos a los
que dan lugar.
Argumento 1. La experiencia artística como un entrenamiento para la vida moral
En la segunda sección de este texto, señalé que, de acuerdo con Murdoch, la
experiencia artística exige romper con la vida de fantasía, por un lado, y llevar a
cabo un esfuerzo por tener una visión verdadera, por otro. Asimismo, sugerí que,
en este sentido, la experiencia artística es un caso de la experiencia del progreso
moral, pues este último consiste en la lucha por suprimir el yo para lograr ver
claramente el mundo. Ahora, con base en esto, quisiera dar un paso más y sugerir
que Murdoch parece creer que, en virtud de lo anterior, el ejercicio en la contemplación artística
puede
convertirse en un entrenamiento efectivo que pone al
agente moral en mejores condiciones para el ejercicio que debe llevar a cabo en
esta área4
. Esto es, ella parece creer que, puesto que las dos experiencias suponen
un movimiento de la misma naturaleza, aprender a hacerlo en un dominio (en el
arte) formará la destreza, desarrollará la disciplina y afinará el mecanismo, para
poder realizarlo en el otro (en la ética). En este sentido, el arte es provechoso para
la vida moral.
En mi opinión, lo anterior se puede sostener con base en una interpretación
de las siguientes líneas: “Es también importante que el gran arte nos enseña cómo
pueden mirarse y amarse las cosas reales sin apoderarse ni servirse de ellas, sin
que se las apropie el codicioso organismo del yo” (2001, p. 70). Considero que
esta afirmación se puede entender como una sugerencia de que la experiencia del
arte nos enseña cómo mirar sin egoísmo, es decir, de qué manera podemos ver
dejando de lado las tendencias fantasiosas. Decir esto, en este contexto, significa
señalar que la experiencia del arte nos enseña de qué manera puede llevarse a cabo la purificación
del espíritu. Es en este sentido en el que interpreto que la
experiencia artística constituye una suerte de entrenamiento para la tarea que
se debe desarrollar en la moral. Este entrenamiento nos pone en disposición de
una destreza que nos permite tener una buena mirada de las cosas, atender a la
realidad y a la particularidad sin egoísmos ni fantasías. Este entrenamiento nos
prepararía, en resumen, para tener “una atención no sentimental, distanciada, no
egoísta y objetiva” (p. 70).
En razón a esto, considero que una formulación apropiada del argumento que
parece intuir Murdoch es la siguiente:
a. El progreso moral implica desarrollar la capacidad de ver la realidad.
b. Desarrollar la capacidad de ver la realidad es una tarea compleja, que requiere de disciplina,
lucha, esfuerzo y entrenamiento.
c. La apreciación y producción del buen arte constituyen un entrenamiento,
una práctica, que enseña a desarrollar la capacidad de ver la realidad sin
egoísmo.
d. Por tanto, el arte ayuda a los hombres a ser mejores moralmente.
Argumento 2. El arte nos provee de comprensiones de la realidad
He dicho que el arte, según Murdoch, además de implicar una purificación espiritual, es una actividad
intelectual (a) que opera con conceptos, pensamientos y
construye proposiciones, (b) que requiere de una mirada atenta del mundo y (c)
que informa y comunica acerca de cómo es la realidad. Dije también que estos tres
aspectos, aunque distinguibles, están íntimamente relacionados. La conexión más
clara entre estos, que parece construirse en los textos de Murdoch, consiste en que
(c) solo es posible en virtud de que (a) y (b) son el caso. De esta manera, considero
que el segundo de los argumentos puede construirse atendiendo a (c).
Anteriormente, señalé que uno de los rasgos del arte es que nos explica y revela
la realidad. Este nos muestra los detalles de la vida humana y su particularidad, nos
da noticia acerca de las características de la condición humana y la realidad verdadera, y nos hace
ver a los otros (a aquellos con los que nos relacionamos, pero frecuentemente no podemos ver en un
sentido moralmente relevante). En este punto,
debemos recordar que el conocimiento de la realidad, la visión justa del mundo y de
los particulares, es, por sí misma, la meta del progreso moral. Esto explica por qué
el arte nos ayuda a ser mejores moralmente: al ver correctamente el mundo a través
de lo que nos cuenta el artista estamos avanzando en la comprensión de la realidad,
de lo otro, de lo diferente. El artista nos informa acerca de aquello que no podemos
ver, amplía nuestros contenidos de lo que es verdadero en la realidad.
El argumento que deriva de las anteriores consideraciones es el siguiente:
a. El progreso moral precisa de lograr ver la realidad.
b. El arte nos comunica e informa acerca de la realidad, nos muestra lo verdadero. Esto
quiere decir
que el arte nos ayuda a ver la realidad.
c. Por tanto, el arte nos ayuda a ser moralmente mejores.
Consideraciones finales
En este texto, he intentado reconstruir los argumentos que, considero, se pueden
rastrear en Murdoch a favor de la tesis de que el arte conduce al progreso moral.
Para hacerlo, he examinado, por un lado, las características del arte y, por otro, lo
que significa el progreso moral en Murdoch. Como resultado, he propuesto dos
argumentos: el arte nos ayuda a ser mejores moralmente, primero, porque, constituye un entrenamiento
que disciplina nuestra capacidad para superar la fantasía
y mirar de manera adecuada la realidad y, segundo, porque nos revela la verdadera
naturaleza del mundo.
Para finalizar, quisiera resaltar lo siguiente. Como ocurre con otras propuestas de filosofía moral,
las consideraciones de Murdoch, además de constituir una
reflexión filosófica acerca de cuestiones éticas, ofrecen a sus lectores intuiciones
valiosas que pueden, si se desea, ser llevadas a la vida práctica. En otras palabras,
les permiten a sus lectores, interesados en estas cuestiones, tener una respuesta a la
pregunta: ¿qué debo hacer para ser una mejor persona?5
. Esta respuesta se logra asir
al notar las diferentes observaciones de Murdoch. En primer lugar, Murdoch llama
la atención acerca de las condiciones de nuestro estado moral inicial; hace notar
nuestra naturaleza fantasiosa y egoísta. Esto marca las características del desafío
que debemos asumir para ser mejores moralmente. En segundo lugar, nos muestra
que el arte nos ayuda a enfrentar este desafío.
Notas:
1 Universidad Nacional de Colombia. raagutierrezma@unal.edu.co
2 Por ejemplo, en “Literature and Philosophy: A Conversation with Bryan Magee”, “Sobre
Dios y el
Bien”, “The Sublime and the Good”, entre otros.
3 A lo largo de toda su obra, Murdoch usa la palabra ‘consumidor’ para referirse a la
persona que se
aproxima a la obra de arte y la palabra ‘productor’ para referirse al artista, a aquel que crea
los objetos
bellos. En este texto, sigo estas elecciones léxicas.
4 En esto, sigo algunas de las sugerencias de Lin.
5 Esto no quiere decir que el propósito de Murdoch al desarrollar sus exploraciones
fuera dar lecciones de moralidad. De hecho, en su opinión, si bien el arte, gracias a sus
características, nos mejora
moralmente, no debe ser entendido como una herramienta didáctica o educativa. La mejora es
meramente accidental, ocurre como efecto colateral de la correcta apreciación de un objeto
bello. El
nivel en el que funciona el arte es más profundo que el nivel en el que reflexionamos sobre la
mejora
moral (1999e, p. 218). Esto, empero, no es incompatible con que los lectores contemporáneos de
Murdoch encuentren en sus textos ideas que pueden ayudarlos o guiarlos en el desarrollo de su
vida
moral.
Referencias
Lin, Y. (2012). Art for Life’s Sake: Iris Murdoch on the Relationship Between Art
and Morality. Proceedings of the European Society for Aesthetics, 4, pp. 316-330.
Murdoch, I. (1999a). Art and Eros. A Dialogue about Art. Existentialists and
Mystics. Writings on
Philosophy and Literature (Conradi P., ed.). Penguin Books, pp.
464-496.
Murdoch, I. (1999b). Existentialists and Mystics. En: Existentialists and Mystics.
Writings on Philosophy and Literature. Penguin Books.
Murdoch, I. (1999c). Literature and Philosophy: A Conversation with Bryan Magee. En:
Existentialists
and Mystics. Writings on Philosophy and Literature. Penguin Books.
Murdoch, I. (1999d). Salvation by Words. En: Existentialists and Mystics. Writings
on Philosophy and Literature. Penguin Books.
Murdoch, I. (1999e). The Sublime and the Good. En: Existentialists and Mystics.
Writings on Philosophy and Literature. Penguin Books.
Murdoch, I. (2001). Sobre Dios y el Bien. En: La soberanía del bien (Ángel
Domínguez, Hernández, trad.). Caparrós.
Murdoch, I. (2013). La ética y la imaginación. Revista Internacional de Filosofía,
60, pp. 23-35.