La concepción agustina de la incorporeidad divina en los contextos homiléticos y polémicos
Este artículo analiza el pensamiento de Agustín respecto a la incorporeidad de Dios, una doctrina que él desarrolló principalmente como una reacción contra las reflexiones maniqueas y arrianas sobre este tema. La decisión de Agustín de integrar la Iglesia católica estuvo fuertemente influenciada por su manera de entender la incorporeidad divina, un concepto con el cual se familiarizó hacia la mitad del año 380 en Milán. Esta implica que Dios no es sujeto de tiempo ni espacio en ningún sentido, compromiso metafísico que le permite a Agustín responder a varias objeciones dirigidas a la cristiandad. Poco después de su bautizo, Agustín aplicó su visión de la divinidad a sus críticas de los maniqueos. En ese artículo vemos cómo, décadas después, este compromiso doctrinal fue desarrollado y expresado en sus homilías y en sus polémicas contra el arrianismo. Knotts examina tanto fuentes del 390, como homilías de la segunda década del 400. Esto nos permite apreciar cómo el tema de la incorporeidad es desarrollado y movilizado en mayor grado en los contextos homiléticos y polémicos. Así, dos temas íntimamente relacionados emergen: primero, Agustín mantiene que no debemos concebir la generación del hijo en los términos de la lógica terrena, no debemos buscar una duración temporal en la eternidad; segundo, debemos tener la humildad intelectual para constatar que nuestras categorías terrenas no son suficientes para pensar acerca de Dios. Agustín opta por confesar su ignorancia acerca de lo que significa que el hijo sea eterno y más bien funda su teología sobre las escrituras. Estos son los dos puntos cruciales que surgen de la crítica de Agustín hacia los arrianos. Veremos también cómo el Evangelio de Juan forma un locus theologicus para Agustín. El desarrollo de la incorporeidad divina aparece en las homilías y polémicas de Agustín como una vía para neutralizar a sus oponentes y le ofrece a su audiencia mayores herramientas.